miércoles, 11 de julio de 2012


El Gen Patronal.

“Los patrones siempre son coñetes”, decía un amigo al hablar de sus jefes. A pesar de que trabajaba en la ciudad no se le quitaba ese aire campesino de siempre. Era su impronta y sus jefes eran sus patrones como los del fundo en que se crió y donde su abuelo y su padre siempre estuvieron al servicio del “patrón”.

Según estadísticas del Conference Board, Chile aumentó su productividad por hora trabajada en un 5,4%. El tercer crecimiento más alto en el ítem a nivel mundial, sólo superado por Turquía y Bulgaria y por sobre otros pares latinoamericanos, como Perú (4,54%) o Colombia (3,10%). Y si los asalariados son capaces de subir su productividad porqué no son merecedores de un aumento salarial decente.


Hoy más que nunca en Chile se hace patente ese gen patronal de siempre. El Gobierno y los políticos de turno en el Parlamento, se dan mil volteretas para no acordar un salario mínimo de 200 mil pesos, más o menos lo que gasta en un noche de carrete bien regado y polveado uno de esos (o de esas) que manejan un Porshe o exhiben su opulencia arriba de una Harley davidson.  

Excusas más excusas menos, el tema no es el aumento, no es la plata: Es la cuestión ideológica. Esa que hace que, especialmente al Gobierno, le sea imposible darle en el gusto a la chusma, a esos roteques que se atreven a pedir más plata por su trabajo.


Y si se los dan, siempre encontraran la forma de pasarles la cuenta.


El Gobierno habla de populismo o irresponsabilidad de los que exigen los 200 mil pesos y amenaza con las penas del infierno ya que, como el cuento del lobo, la crisis vendrá inexorablemente si es que el populacho gana 200 mil miserables pesos. Lo claro es que a los patrones –a los de ayer y a los de hoy- les gusta y les satisface mantener bien pobres a los pobres y a medio filo a la clase media, así no se les desbandan y no piensan en cosas tales como mejor educación, mejor salud o más seguridad y más equidad.

No, esa no es la idea.


El populacho y la ex clase media (los pobres camuflados de cuicos) en lo único que deben estar concentrados es en pagar la hipoteca, la tarjeta de crédito y hacer los malabares habituales para llegar a fin de mes. Y que ni sueñen con una debidas vacaciones, ir al cine, al teatro o salir de la Pizza y la cervecita para, en algún puto momento, saber cuál es de verdad el sabor de la carne limpia y fresca y no la mierda reciclada y agusanada de los supermercados, o lo que se siente tomar un avión y tostarse en una playa que no sea de esas que, en Chile, hay que pagar para entrar y si te ven demasiado oscurito te empiezan a mirar con el ceño fruncido. 

Pero, al parecer hay que contarles al gobierno, a la derecha, al centro y a la seudo izquierda (los “progresistas”) que sus palabrerías son como los perfumes, ricos para olerlos pero malos para tragarlos. 


Ya nadie les cree nada de nada. 


Y por muchas volteretas que se den, el tema de los 200 mil pesos no es lo central. A todos –salvo escasísimas y honrosas excepciones- a los que deben determinar el salario mínimo, les importa un carajo el tema, están más que nunca concentrados en su propia liturgia de quiénes serán los candidatos para las próximas elecciones. ¿Y el salario mínimo? No es su asunto. Es tema de los pobres y ellos no lo son.

El Gen patronal en su máxima expresión.