martes, 26 de agosto de 2014

El Macaco listo

               Los tiempos cambian, la ciencia avanza empujando las fronteras del conocimiento y sus efectos se notan. Así, los avances científicos van dejando una serie efectos y artefactos colaterales, uno de esos efectos -y sus artefactos correspondientes- es la Tecnología y ésta ya se instaló como parte de la vida cotidiana. No hay, en estos tiempos, actividad humana en donde no esté presente la tecnología. Y la fotografía no podía ser la excepción.
               Hoy la fotografía no se puede concebir ni producir a espaldas o sin el concurso de la tecnología por lo que no sería un pecado ni un despropósito redefinirla desde el clásico “dominio de la luz” a “la perfecta conjunción entre talento y tecnología”. ¿Quiere decir lo anterior que una persona artísticamente talentosa, para ser considerado fotógrafo o un artista de la fotografía, debe necesariamente contar con una cámara que incorpore lo último en tecnología? Entonces, pixeles más pixeles menos, qué pasa con los millones de personas que van por el mundo ataviados de un celular medianamente al día y están en condiciones tecnológicas de sacar una foto en cualquier momento o cuando un simple impulso, su criterio (o descriterio) le mueva a pensar que un “algo” es fotografiable.
               Eran otros los tiempos en que los fotógrafos pertenecían a una especie de raro ser que dominaba o conocía los secretos de cómo congelar el tiempo. Hoy registrar cada momento de nuestras vidas (hasta los más insulsos) es cotidiano y, de tanto serlo, va perdiendo la novedad y el atractivo. Ya no hay misterio, ya no hay mito. Por el contrario las miles selfies, platos, comistrajos, tomateras y cotidaniedades varias fotografiados y socializados en Facebook han hecho que la fotografía, en algunos casos incluso sea algo de mal gusto y a veces algo francamente desagradable. Hoy hasta un Macaco listo es capaz de hacerse a sí mismo una regia selfie. Pero eso no es arte ni talento, es simplemente un accidente tecnológico.
               Entonces hay que intentar al menos separar la paja del trigo. Hoy, en fotografía, de nada serviría el talento sin una buena cámara, la tecnología abortará cualquier intento de registro fotográfico con escases de mega píxeles de resolución. Y por otro lado de nada serviría una regía cámara con lo máximo de resolución y avances tecnológicos si un ser humano talentoso que le saque partido, es decir, una regia cámara no garantizaría patente de fotógrafo o de artista de la fotografía y al revés, el talento sería estéril sin el concurso de la tecnología.
               En este punto es donde hay que tomar partido o aceptamos la “intromisión de la tecnología” o la rechazamos y nos quedamos con lo clásico, con lo “puro”, la disyuntiva no es simple porque hay que definir dónde hacer el corte para seguir siendo clásico. ¿Debemos quedarnos pegados en el celuloide y aborrecer los sensores electrónicos? O, simplemente aceptar que, como todo en la vida, cada quien es libre de pensar y hacer lo que se le antoje. Esa es la belleza y la validez de la libertad; se puede crear y hacer buena fotografía con una regia cámara de última generación o con una simple caja de fósforos sellada con cinta negra de esas que usan los electricistas y un rolló del antiguo celuloide. Fotografía con una caja de fósforos 
               Entonces cuando se da la disputa (las más de las veces inútil y estéril) entre los que sostienen que, a más tecnología aplicada menos pureza en la fotografía, y los que por el contrario señalan que la fotografía debe ajustarse a los tiempos y que el uso de la tecnología es inevitable y de ninguna manera ofende la pureza del arte, es entonces cuando, tal vez, lo único que hay que cuidar es el decoro para no hacer aparecer a una regia modelo con 6 dedos o con piernas infinitas.

               Lo mejor de todo es que la tecnología de alguna manera y hasta cierto punto a democratizado a este arte; hoy ya no quedan espacios para les excusas… “es que la foto me salió mala porque la cámara no acompaña (…) si tuviera una buena cámara mis fotos serían mejores”. El Macaco sonriente demostró lo contrario, el talento o el arte se puede demostrar hasta por accidente.  El Macaco y su Selfie