El Macaco listo
Los tiempos cambian, la ciencia
avanza empujando las fronteras del conocimiento y sus efectos se notan. Así,
los avances científicos van dejando una serie efectos y artefactos colaterales,
uno de esos efectos -y sus artefactos correspondientes- es la Tecnología y ésta
ya se instaló como parte de la vida cotidiana. No hay, en estos tiempos,
actividad humana en donde no esté presente la tecnología. Y la fotografía no
podía ser la excepción.
Hoy la fotografía no se puede concebir
ni producir a espaldas o sin el concurso de la tecnología por lo que no sería
un pecado ni un despropósito redefinirla desde el clásico “dominio de la luz” a
“la perfecta conjunción entre talento y tecnología”. ¿Quiere decir lo anterior
que una persona artísticamente talentosa, para ser considerado fotógrafo o un
artista de la fotografía, debe necesariamente contar con una cámara que
incorpore lo último en tecnología? Entonces, pixeles más pixeles menos, qué pasa
con los millones de personas que van por el mundo ataviados de un celular
medianamente al día y están en condiciones tecnológicas de sacar una foto en
cualquier momento o cuando un simple impulso, su criterio (o descriterio) le mueva
a pensar que un “algo” es fotografiable.
Eran otros los tiempos en que los
fotógrafos pertenecían a una especie de raro ser que dominaba o conocía los
secretos de cómo congelar el tiempo. Hoy registrar cada momento de nuestras
vidas (hasta los más insulsos) es cotidiano y, de tanto serlo, va perdiendo la
novedad y el atractivo. Ya no hay misterio, ya no hay mito. Por el contrario
las miles selfies, platos, comistrajos, tomateras y cotidaniedades varias
fotografiados y socializados en Facebook han hecho que la fotografía, en
algunos casos incluso sea algo de mal gusto y a veces algo francamente desagradable.
Hoy hasta un Macaco listo es capaz de hacerse a sí mismo una regia selfie. Pero
eso no es arte ni talento, es simplemente un accidente tecnológico.
Entonces hay que intentar al
menos separar la paja del trigo. Hoy, en fotografía, de nada serviría el
talento sin una buena cámara, la tecnología abortará cualquier intento de
registro fotográfico con escases de mega píxeles de resolución. Y por otro lado
de nada serviría una regía cámara con lo máximo de resolución y avances
tecnológicos si un ser humano talentoso que le saque partido, es decir, una
regia cámara no garantizaría patente de fotógrafo o de artista de la fotografía
y al revés, el talento sería estéril sin el concurso de la tecnología.
En este punto es donde hay que
tomar partido o aceptamos la “intromisión de la tecnología” o la rechazamos y
nos quedamos con lo clásico, con lo “puro”, la disyuntiva no es simple porque
hay que definir dónde hacer el corte para seguir siendo clásico. ¿Debemos
quedarnos pegados en el celuloide y aborrecer los sensores electrónicos? O,
simplemente aceptar que, como todo en la vida, cada quien es libre de pensar y
hacer lo que se le antoje. Esa es la belleza y la validez de la libertad; se puede
crear y hacer buena fotografía con una regia cámara de última generación o con
una simple caja de fósforos sellada con cinta negra de esas que usan los
electricistas y un rolló del antiguo celuloide. Fotografía con una caja de fósforos
Entonces cuando se da la disputa
(las más de las veces inútil y estéril) entre los que sostienen que, a más
tecnología aplicada menos pureza en la fotografía, y los que por el contrario señalan que la fotografía debe ajustarse a los tiempos y que el uso de la
tecnología es inevitable y de ninguna manera ofende la pureza del arte, es entonces cuando,
tal vez, lo único que hay que cuidar es el decoro para no hacer aparecer a una
regia modelo con 6 dedos o con piernas infinitas.
Lo mejor de todo es que la
tecnología de alguna manera y hasta cierto punto a democratizado a este arte;
hoy ya no quedan espacios para les excusas… “es que la foto me salió mala
porque la cámara no acompaña (…) si tuviera una buena cámara mis fotos serían
mejores”. El Macaco sonriente demostró lo contrario, el talento o el arte se puede
demostrar hasta por accidente. El Macaco y su Selfie